lunes, 10 de junio de 2013

LOS ECOSISTEMAS AGRÍCOLAS TAMBIÉN TIENEN SU PROPIA CRISIS

Recientemente, la Sociedad Española de Ornitología (SEO/Birdlife) se ha hecho eco de algunos datos procedentes del programa SACRE (Seguimiento de Aves Comunes Reproductoras) recogidos desde 1998. Esta vez, para demostrar una realidad que ya viene siendo patente para los que, desde hace unos cuantos años, nos movemos y “bicheamos” prismáticos al cuello en los ecosistemas agrícolas.



Paisaje simplificado del centro de Castilla y León.

El modelo agrícola que se ha implantado y potenciado desde hace décadas en diferentes áreas, como la llanura sedimentaria del centro de Castilla y León, esta suponiendo, con ligeras excepciones, una alarmante reducción de las poblaciones de algunas aves vinculadas a estos medios. Según el informe de SEO/Birdlife, la codorniz, la tórtola europea, el alcaudón real, el triguero, la carraca europea, la calandria común, la grajilla occidental o el mochuelo europeo, además del gorrión común y la golondrina común, especies todas ellas frecuentes hasta hace unos años, presentan actualmente unas tendencias demográficas regresivas, un declive poblacional. En Zamora por ejemplo, la carraca es ya una especie que se puede considerar virtualmente extinguida; si bien era común hasta hace un puñado de años en las dehesas de Sayago, o en los campos cercanos a Toro (donde nidificaba en viejos almendros), su observación en la provincia es muy rara y todo parece indicar que  solo aparecen un puñado de individuos en paso.


La simplificación de las riberas es un hecho evidente.
Herbicidas y eliminación de lindes, dos enemigos de la biodiversidad.

Son varias las razones que parecen responsables de esta pérdida de biodiversidad. Por un lado, el afán productivista de numerosas explotaciones agrícolas está simplificando el paisaje de estas zonas y limitado las áreas de refugio, de alimentación y de nidificación de algunas especies. Si no hay árboles ni setos, si escasean las semillas de plantas autóctonas y si no hay insectos, muchas especies no pueden desarrollar sus ciclos vitales.

La pronta recogida de algunos cultivos es perjudicial para algunas especies nidificantes.

La valiosa vegetación que se ha conservado tradicionalmente en las lindes se considera para muchos agricultores “molesta”. Las comunidades de arbustos (endrinos, rosales silvestres y majuelos) y las arboledas (compuestas por almendros y saúcos o álamos en las zonas más frescas), suponen un estorbo  durante las maniobras de la maquinaria agrícola o para la instalación de pivots de riego. Y es además competencia directa con el trigo o con la cebada. Entonces se arranca con los todopoderosos aperos o se quema directamente, a veces con sorprendente descaro y sin más contemplaciones.

Quema de lindero y de vegetación asociada a la ribera.
Escaramujo quemado.
Caracoles abrasados durante la quema de linderos.

Estas drásticas medidas suponen indudablemente varios efectos muy visibles, como la desaparición de millones de invertebrados (saltamontes, escarabajos, hormigas, caracoles, etc.), alimento potencial de numerosas especies y una clara eliminación y simplificación del refugio y de los lugares donde nidificar. De ese modo la tórtola europea, una bella paloma tiempo atrás abundante, no encuentra lugares donde esconder su nido y es cada día más rara. O la perdiz roja, cuyos perdigones aprovechan durante las primeras edades las proteínas animales de los escasos insectos.

¿Hasta cuando tendremos amapolas?


Numerosas especies de plantas hacen solo acto de presencia en las zonas libres de herbicidas.

La crisis de biodiversidad de los medios agrícolas no solo está afectando a las aves. Los anfibios, un grupo sensible a la contaminación química como ninguno, presentan un declive enorme en numerosas zonas. El masivo uso de fertilizantes, herbicidas y plaguicidas acaba contaminando las aguas superficiales y freáticas; de ese modo la silenciosa pero letal contaminación química del medio acuático, está dejando un paisaje mudo en lo que al croar de las ranas se refiere. Aunque existe un protocolo y sistema de recogida de los envases agrarios, SIGFITO (www.sigfito.es) algunos agricultores confían todavía en el “que no pasa nada” y en otros sistemas tradicionales más “cómodos”, como ocultar los recipientes en cualquier lindero o arrojarlos al regato apartado que linda con la parcela.

Vegetación arvense en campo de cereal.

Pero este problema ambiental no está solo siendo perjudicial para la fauna. La flora autóctona compuesta por plantas arvenses (propias de los campos de cultivos) y ruderales (típicas de bordes de caminos y lindes), parece tener su futuro en entredicho; de hecho, numerosas especies que ofrecen enorme belleza, riqueza paisajística y en definitiva indudable biodiversidad, están acorraladas en lindes, cunetas y eriales donde los mortíferos herbicidas no han llegado. La potencia de estos agro-químicos es año tras año más evidente y las malas hierbas no tienen apenas cabida en un paisaje dominado por parcelas mono-específicas de trigo o de cebada, principales cultivos de secano del centro de Castilla y León. Las comunes amapolas, una planta primaveral abundantísima tiempo atrás y de enorme belleza, solo sobrevive y fructifica en los guetos vegetales que el dominio del monocultivo ha acorralado.

Escaramujos limitando parcelas agrícolas.

En las zonas agrícolas el mantenimiento de arboledas y setos es imprescindible para numerosas especies.

Para terminar, el lector se preguntará que hacer en este marco de crisis en la biodiversidad de nuestros campos. Algunas medidas que desde Llobu proponemos son por un lado difundir este mensaje y no aceptar viejos tópicos (como que el zorro o los córvidos son los principales responsables de la escasez de codornices); también os animamos a consumir de productos procedentes de agricultura ecológica (libre de química y respetuosa con el entorno) y a denunciar al Seprona (Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil) la eliminación de las arboledas o el abandono de envases agroquímicos en el campo. 

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